Masonería en la independencia de América.

Circulan en Sudamérica diversos trabajos del historiador y antropólogo Jorge Núñez Sánchez, de gran prestigio internacional, entre los cules debemos destacar su libro: “El catecismo de los patriotas – Ideas políticas de Fray Camilo Henríquez” (2009).

 

En la contratapa del libro se dice: “Camilo Henríquez González. Fraile chileno, escritor, político y líder de la independencia. Nació en Valdivia, el 20 de julio de 1769. Miembro de la Orden de los Frailes de la Buena Muerte, fue apresado por la Inquisición en 1802, por leer libros de autores como Rousseau, Voltaire y Diderot. Llegó a Quito en 1807 para fundar una casa de la Orden, y se vinculó al movimiento insurgente. Escribió varios “catecismos políticos” incitando a la independencia de Hispanoamérica. En 1810 presenció en Quito la matanza de los patriotas (que habían formado la Primera Junta de Gobierno, un año antes), por la soldadesca limeña”.

 

“Vuelto a su país en 1811, fue diputado de la naciente república y presidió el Senado. Más tarde emigró a Buenos Aires, donde se graduó como médico. Retornó a Chile llamado por Bernardo O´Higgins para cumplir importantes funciones públicas. Fundó el primer periódico chileno “La Aurora de Chile”. Defendió a los indios, promovió la educación pública y combatió la pena de muerte y el fanatismo religiosos. Murió en Santiago el 16 de marzo de 1925”.

 

Agrego algunos datos biográficos. José Camilo Henríquez González, fue hijo del capitán de infantería española Félix Henríquez y doña Rosa González y Castro. Rebelde desde pequeño (según los historiadores), a la edad de 13 años se fugó de su casa y terminó en Lima, Capital del Virreinato del Perú, donde fue acogido por su tío chileno Juan Nepomuceno González y Castro. Allí ingresó a la Orden de los Ministros de los Enfermos Agonizantes en 1789, luego de certificar su “limpieza de sangre”, es decir: antepasados cristianos y no tener ascendientes moros o judíos.

 

Fue destacado por sus maestros de la orden religiosa como de “distinguida capacidad de estudio”, con preferencias a las investigaciones políticas, con profundos estudios de filosofía, latín, matemáticas y física.

 

También fue un estudioso de San Agustín, del padre Las Casas y de las obras de Rousseau, Voltaire, Montesquieu, el abate Raynal y de John Adams. Se empapó de las ideas que inspiraron la Independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa.

 

Obviamente cayó en manos de la Inquisición y fue encerrado en húmedas mazmorras pues lo sorprendieron leyendo “El Contrato Social” de Rousseau.

 

Rescatado por sus compañeros de la Orden y luego comisionado para fundar una casa religiosa en la “franciscana ciudad de Quito”,  a la cual llegó a mediados del 1807. Allí encontró valioso material en la Biblioteca Real y Pública de la Universidad de Santo Tomás, donde los jesuitas habían dejado un gran fondo bibliográfico.

 

Destacamos algunos párrafos del libro antes mencionado.

 

“En medio de la noche colonial, en Quito se escribió un nuevo catecismo, que trajo luz a las mentes, inflamó de patriotismo los espíritus y, en definitiva, contribuyó a revolucionar el mundo hispanoamericano”. Su autor fue un iluminado fraile chileno Camilo Henríquez”.

 

“De sus lecturas, todas prohibidas por la Iglesia, aprendió la lección anticolonial, que enseñaba que ningún pueblo puede estar bajo la dominación y dependencia de otro. También la lección de la soberanía popular. Y ambas reflexiones le aportaron a su conciencia el ideario de los Derechos del Hombre”.

 

“Pero la labor de fray Camilo no se quedó en el ámbito de lo libresco, sino que se proyectó directamente al espacio de la política, toda vez que en Quito bullía por entonces de patriotismo y su universidad era centro de debates sobre el destino de la nación quiteña. Clima intelectual, que se había iniciado en tiempos de Eugenio Espejo y otros destacados patriotas”.

 

“Había algo más: animando secretamente ese ambiente, desde el fondo del escenario, se hallaba la logia masónica “Ley Natural”, que había reemplazado a la logia “Escuela de la Concordia”.

 

“De ahí que su catequesis revolucionaria y cristiana fuera para todos una bienvenida revelación. Porque sin pretenderlo, lo que el sagaz fraile había desarrollado era una verdadera “Teología de la Liberación”, minar intelectualmente al colonialismo y coadyuvar a la libertad de los países hispanoamericanos”.

 

Camilo Henríquez y la logia “Escuela de la Concordia”

 

Es importante señalar que la Logia “Escuela de la Concordia” levantó columnas gracias a varios miembros progresistas junto al destacado quiteño Eugenio Espejo quien fue un prominente investigados científico, médico, escritor, abogado, periodista, pensador, ideólogo político, considerado prócer de la independencia.

 

En esta Logia participaban los ciudadanos de más avanzado pensamiento patriótico; nobles con títulos de tal; pensadores radicales y liberales; sacerdotes ilustrados; artistas; y otras distinguidas personalidades, entre estas Don  Francisco Luis,  Barón de Carondelet, Vizconde de Langle, Caballero de la Orden Hospitalaria de San Juan, decimonoveno Presidente de la Real Audiencia de Quito, nacido en Francia, antiguo masón de los Países Bajos, que fue su Venerable Maestro por casi una década, destacando al Taller por sus trabajos masónicos y de estudios sociales.

 

En ella también habían laborado como “Masones Ilustres” los sabios naturalistas Alexander Von Humboldty Amadeo Bompland, quienes aportaron nuevas ideas y derroteros de acción a la Ilustración local.

 

Camilo Henríquez logró en esta Logia su espacio natural de acción política. También se encontró a cubierto de sus “malos compañeros”, de las acechanzas inquisitoriales y estuvo rodeado de quienes pensaban de modo similar y ansiaban nuevas luces para sus esfuerzos intelectuales y libertarios

 

El escritor Jorge Núñez señala en otro capítulo de su libro que: “si fray Camilo ayudó a transformar a Quito, también Quito lo transformó a él. Henríquez estaba convencido de la necesidad de difundir sus ideas de independencia en los demás países del área. Por eso, reformó su “Catecismo de los Patriotas” y produjo un nuevo catecismo titulado “Catecismo Político Cristiano”, copia que envió secretamente a sus “amigos” de varios países”.

 

En forma rápida y a través de las organizaciones masónicas y especialmente las Logias Lautarinas, estos escritos viajaron desde Quito hasta Buenos Aires por el sur y hasta México por el norte.

 

El libro antes señalado finaliza diciendo: “En resumen, podemos afirmar que  toda la obra literaria de Camilo Henríquez fue elaborada con el objeto de transmitir el pensamiento y las ideas políticas de su autor. Para alcanzar tal finalidad y el objetivo de ser el primer escritor de la revolución americana, fray Camilo recurrió a los más diversos géneros que estaban a su alcance: catecismos, ensayos, proclamas, sermones, artículos de prensa, obras dramáticas y poesía lírica”.

 

 

 

Historia ocultada del sacerdote “librepensador”.

 

 

Por todo lo anterior, resulta muy extraño que tan importante americanista no figure destacadamente en los libros de historia de nuestro país ni de América. Sin duda, su condición de “librepensador” (lo que señala una muy seria publicación del Instituto Laico de Estudios Contemporáneos de Chile); de miembro activo de la Francmasonería  (diversos antecedentes históricos informan de su participación); y de díscolo religioso, ha obligado a los fanáticos de siempre, en especial los sectarios religiosos, a silenciar y disimular dicha brillante personalidad.

 

 

Una posible explicación ante tanta falta de información histórica de éste y de muchos otros temas, se podría originar por el secreto que mantienen los francmasones. Posiblemente esto se deba a tantos ataques y persecuciones, entre otros: los quemados por la Santa Inquisición; los campos de concentración y muerte durante el nazismo alemán; las ejecuciones en el fascismo franquista; y, fundamentalmente, por su permanente llamado al respeto del librepensamiento, situación que afecta a los lucrativos negocios de las infinitas organizaciones religiosas.

 

 

 

 

 

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