Levantamiento de Columnas de la R∴L∴S∴ Simón Rodríguez 

VM y QQHH

Responder a la gentil invitación de algunos hermanos de esta Respetable y Fraterna Logia “Simón Rodríguez”, para decir unas pocas y brevísimas palabras sobre la personalidad de nuestro patrono, el Maestro Simón Narciso Jesús Rodríguez, quien adoptó este nombre como primero de los heterónimos que utilizaría a lo largo de su existencia, pues nació hacia 1771 con el apellido formal de Carreño.

Nuestro respetado Eduardo Galeano, que ha escrito más de una nota sobre su vida en varios de sus textos, que le han hecho acreedor desde ya al Premio Nobel de Literatura, inicia una de sus notas con las siguientes palabras, que lo describen y enmarcan… “Orejas de ratón, nariz de borbón, boca de buzón. Una borla roja cuelga, en hilachas, del gorro que tapa la temprana calva. Los anteojos, calzados por encima de las cejas, rara vez ayudan a los ojos azules, ávidos y voladores. Simón Carreño, Rodríguez por nombre elegido, deambula predicando rarezas”.

En realidad, nuestro padre adoptivo es heredero y fruto de una serie de coincidencias magníficas: nació en Caracas, cuando esta ciudad sudamericana era el centro y epicentro de uno de los momentos predilectos de la Historia; de aquellos que no son muchos ni abundan en el planeta.

En realidad, son unas pocas ciudades las que sirven de eje para los grandes acontecimientos de toda una era. Debemos mencionar entre aquellas escasas a Atenas, que sirvió de cuna y escuela para filósofos de la talla de Sócrates, Platón y Aristóteles; de políticos y estadistas como Pericles o Solón; dramaturgos como Esquilo, Sófocles o Eurípides; arquitectos como Ictinos, que nos legó el inmortal Partenón; escultores como Fidias, y todo esto en el curso de apenas dos o tres generaciones.

Y luego habrían de transcurrir 2000 años para que en otro lugar de la Europa, esta vez en Florencia, surgieran al mismo tiempo poetas como el Dante, o Petrarca y artistas plásticos y genios múltiples como Leonardo da Vinci, Filipo Brunelescchi, Donatello, Massaccio o Giotto.

¿Por qué se concentran en unos pocos sitios los nacimientos de tantos grandes hombres que luego, al pasar al Nuevo Mundo, se concentrarían en Venezuela, donde, en el curso de apenas dos generaciones, vendrían al mundo Francisco de Miranda y Simón Bolívar; Andrés Bello y Antonio José de Sucre. Pero hay más coincidencias.

 

En una misma familia caraqueña y en el curso de poquísimos años vendrán al mundo seres excepcionales y, esto es aun más desconcertante, de tan diversas orientaciones como la inmortal pianista Teresa Carreño, cuyo nombre lleva con orgullo el teatro nacional de Caracas y el “aristocrático” heredero de normas y costumbres palaciegas, como el autor del célebre Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres, don Manuel Antonio Carreño, nada menos que hermano de nuestro patrono Simón Rodríguez, quien bien pronto abandonó su apellido Carreño, que le venía por legítima herencia paterna.

Nada más lejano en su postura frente a la vida que el afectado Manual de Carreño, que nos obligaban a memorizar en mi generación y los principios educativos que el hermano de Manuel Antonio inculcó en su discípulo predilecto, que habría de convertirse nada menos que en el Libertador de cinco naciones.

Volvamos a Galeano y sus palabras acerca de Simón Rodríguez… “Lejos de Caracas, el preceptor inicia al muchacho en los secretos del universo y le habla de libertad, igualdad, fraternidad; le descubre la dura vida de los esclavos que trabajan para él y le cuenta que la no me olvides también se llama Myosotis palustris. Le muestra cómo nace el potrillo del vientre de la yegua y cómo cumplen sus ciclos el cacao y el café. Bolívar se hace nadador, caminador y jinete; aprende a  sembrar, a construir una silla y a nombrar las estrellas del cielo de Aragua. Maestro y alumno atraviesan Venezuela, acampando donde sea, y  conocen juntos la tierra que los hizo. A la luz de un farol, leen y discuten Robinsón Crusoe y las Vidas de Plutarco.”

 

Sin remontarnos a consideraciones esotéricas, que nos permitirían atribuir carácter “masónico” a varias manifestaciones espirituales o animistas prehispánicas, es evidente que la Francmasonería, al menos en su concepto especulativo, se presentó en Ecuador hacia el final del período colonial y como un antecedente inmediato de los procesos emancipadores.

Aunque tenemos datos claros de que existieron algunos iniciados (en centros propiamente masónicos o, al menos, paramasónicos) desde fines del siglo XVIII, entre ellos el Precursor Eugenio Espejo, y que hubo varias personas enteradas de la existencia de la Orden, quizá como resultado de la llegada de Humboldt o de los Académicos franceses, es claro que la Francmasonería como tal, en el sentido de organización de voluntades, no tuvo en el territorio del actual Ecuador la misma presencia que alcanzó en Buenos Aires, Venezuela o Bolivia, por ejemplo. Algunos nombres un tanto crípticos (“Escuela de la Concordia”, “Sociedad de Amigos del País”) apuntan, quizá, en otra dirección.

Sin embargo, a comienzos del siglo XIX hay un incremento notorio de los viajes a Europa de las elites intelectuales ecuatorianas, en calidad de estudiantes, peticionarios ante la Corona, o aun diputados a Cortes, y ellos trabaron conocimiento de primera mano con el impetuoso desarrollo de la Masonería europea, y muy particularmente con la creación específica de las Logias americanas, llamadas “lautarinas”, por parte del Precursor, don Francisco de Miranda, y luego trasladadas a la América del Sur por los HH  José de San Martín y Bernardo O’Higgins.

Al vincularse operativamente con el proceso de emancipación política, el crecimiento de las Logias fue impetuoso, y los HH pudieron desarrollar las formas extremas de fraternidad que se producen durante una guerra.

Sin embargo, por cuanto las luchas independentistas representaron, a más de un corte ideológico (liberales vs. godos), uno nacional (americanos vs. peninsulares), no es legítimo presentar los enfrentamientos emancipadores como una lucha entre Masones y Profanos, como se hace con excesiva frecuencia.

Hubo muchos HH, inclusive algunos de altos grados capitulares, que permanecieron en el campo Realista por razones de adhesión personal, familiar, nacional o política, y ésta es la causa para que hayan existido algunas Tenidas y Talleres (regulares e irregulares) entre combatientes de ejércitos enfrentados entre sí.

No siendo ésta la oportunidad para referirnos detalladamente a esos aspectos, nos limitaremos a señalar algunas de las consideraciones conceptuales del período inicial de la Orden en América.

1.- La Masonería latinoamericana nace como resultado de una influencia exógena, fundamentalmente inglesa y francesa, pero con algunas manifestaciones del liberalismo masónico español. De allí que los primeros ataques que debe sufrir la Orden tienen pretextos nacionales tanto como eclesiásticos.

2.- Al nacer, la Masonería latinoamericana tiene un altísimo grado de operatividad y un vínculo ideológico interno muy fuerte. De hecho, incluso los HH peninsulares, que se mantuvieron del lado Realista durante las guerras, eran “liberales” en el terreno conceptual.

3.- Como resultado de una suma de factores (el carácter continental de la guerra, el ejemplo de las Logias “lautarinas” y otros), la Masonería de nuestro continente nació a la vida como un fenómeno pan-latinoamericano, sin divisiones nacionales estrechas.

4.- Aunque el movimiento independentista latinoamericano se inspira en buena medida en los conceptos y estructuras plasmados en los Estados Unidos como resultado de su revolución de independencia, la actitud “neutral” (entre España y sus colonias latinoamericanas) que los Estados Unidos proclamaron hasta 1821 (actitud que fue considerada “traición” por algunos HH, pero que quizá estaba dictada por una comprensible cautela geopolítica), el movimiento emancipador prácticamente no tuvo contactos con los Estados Unidos y, como resultado de ello, La Francmasonería latinoamericana se desarrolló casi completamente sin vínculos con la ya para entonces fuerte Masonería norteamericana.

Las guerras fueron largas entre nosotros. En algunos casos hubo más de una generación de combatientes, y en casi todos los países tuvieron lugar cambios profundos en la comandancia de los ejércitos y la dirección de los Estados. El carácter masónico original se diluyó por distintos factores, y por ello…

5.- Pese a que los ejércitos emancipadores fueron conformados a estímulos de un impulso masónico, su triunfo y la subsiguiente forma de gobierno establecida, no fueron una realización pura de los ideales masónicos que estuvieron al origen de las luchas.

Éste es un punto básico. Aunque los estímulos conceptuales fueron masónicos, y pese a que muchos de los dirigentes eran HH , la organización de los recién nacidos Estados que resultaron de la lucha no fue una estructura donde imperaran los conceptos masónicos básicos. La ruptura fundamental en la coherencia entre la palabra y la acción se dio desde los primeros momentos de la vida independiente.

En otras palabras, la Orden, pese a tener a los HH  en el poder, sólo incidió en pocos puntos y fundamentalmente en el secreto de sus reuniones.

Es indudable que los sueños libertarios, la pasión desplegada, la voluntad transformadora, el afán igualitario y la fraternidad combatiente son aspectos profundos del ideal masónico; pero las agitaciones políticas, lo prolongado de las luchas y las enormes diferencias regionales, hicieron que la plasmación concreta de aquellos ideales distara mucho de ser perfecta o pura.

De allí que, a diferencia de lo que va a ocurrir en Estados Unidos, la independencia política no produce un régimen de democracia, sino una sucesión de dictaduras.

En Estados Unidos la colocación de la primera piedra del Capitolio parlamentario se realizó como un acto de “Levantamiento de Columnas”, y los ideales de Igualdad, Libertad y Fraternidad adquirieron vigencia plena, al menos formal, con la separación de la Iglesia y el Estado y con la división entre funciones del Estado, pese a fenómenos aberrantes, como la subsistencia, por casi un siglo más, de la esclavitud de los negros.

Entre nosotros, con muy raras excepciones, los grandes iniciadores de los procesos (Bolívar, San Martín, O’Higgins, Artigas y otros) se retiran o son retirados de sus cargos, y toman el poder elementos subalternos, muchas veces poco capacitados intelectualmente, ascendidos exclusivamente por méritos guerreros, y muchos de ellos, aunque iniciados en la Orden, sin hallarse compenetrados a profundidad de los ideales masónicos.

Hay que hacer el distingo claro del general Francisco de Paula Santander, quien era M M  de alto rango, y quien se hizo fuerte, precisamente, en las Logias de su tiempo, para organizar la lucha contra el Libertador, que culminaría con la llamada “Noche Septembrina” de 1828. Es en este contexto histórico como hay que entender las expresiones “anti-masónicas” de Bolívar, tal como él las manifestó a Peru de Lacroix.

Sumando a esta poca preparación masónica, las luchas intestinas que, bajo forma de guerras civiles, sacuden a todo el continente latinoamericano, tendremos la virtual disolución de la Orden luego de conseguida la emancipación de España.

Esta aparente contradicción y paradoja de que la Orden no pudo rescatar como organización lo que había conquistado como lucha es un fenómeno que se va a repetir a lo largo de la historia.

Al Q H Vicente Rocafuerte la vida le permitió mantenerse al margen de muchas de las primeras disputas intestinas (por sus misiones diplomáticas en Europa y su presencia en México, donde el proceso revistió características diferentes), y nos dejó en varios artículos de prensa el testimonio dramático de las divisiones de América, que llegaron a presentarse como escisiones entre los ritos escocés y de York.

En el aspecto cronológico, podríamos decir -siempre generalizando los procesos- que la Orden vive en Latinoamérica momentos que pueden globalizarse como:

a.- Una primera fase de conformación de Logias (que se presenta entre 1785 y 1815, aunque las fechas varíen para distintos países);

b.- Un período que armoniza perfectamente las acciones políticas con los ideales programáticos (1815-1826, con diferencias por países);

c.- Una fase de consolidación oligárquica (1826-1830), que desemboca en

d.- El período de institucionalización de las dictaduras.

Unos pocos elementos, tozudos o longevos, como el Q H  José Joaquín de Olmedo, mantienen en alto los principios ideológicos de la Orden, y son patéticos sus esfuerzos por preservarlos, incluso tan tarde como en 1845.

Pero ya era demasiado tarde. Cuando Olmedo es derrotado por cuarta vez (y en la votación número 22) en su intento por alcanzar la Presidencia de la República, Vicente Rocafuerte pone el epitafio al período independentista: “se ha preferido la vara del mercader a la pluma del sabio”, dijo entonces.

De todos modos, imperfecto y todo; impuro y todo, el primer período masónico ecuatoriano y latinoamericano busca dos grandes conceptos, claramente operativos:

1.- La emancipación política, y

2.- La unidad latinoamericana.

 

Logra el primer objetivo. Fracasa en el segundo.

El período siguiente, al que podemos llamar La Vara del Mercader, corre globalmente entre aquel año de 1846 y noviembre de 1884, aunque sea necesario subdividirlo en algunas etapas.

Visto desde la óptica de la Masonería, es un momento signado por un retroceso general de la Orden, que cae en un profundo desprestigio.

Los antiguos MM  heroicos y combatientes de las guerras se han vuelto propietarios, hacendados, ministros, banqueros o armadores. 

La sed de poder acalla la Libertad. El afán de lucro es mayor que la Igualdad. El egoísmo se antepone a la Fraternidad.

Aunque algunos HH , como Urvina o Elizalde, conservan en alto el ideal masónico, la tónica general es la rendición ante la autocracia despótica de García Moreno y la intolerancia de las jerarquías eclesiásticas.

Sin embargo, lentamente, mientras va renaciendo la conciencia de lucha, vuelve una organización masónica a surgir en el horizonte, y pronto llenará al país de esperanzas y sueños renovados.

El liberalismo, que había sido apenas una palabra que significaba “ser progresista” en el sentido más amplio, se torna un programa de gobierno, y descubre una forma específica de organización en las Logias Masónicas que vuelven a proliferar en el país, y por todo el continente, diseñando algunas de las nuevas tareas de la Masonería de fines del siglo XIX.

Sin embargo, hay un peligro que a la época sólo se ve como algo transitorio: la identidad Liberal = Masón tiene también un contenido regional, pues la Costa es hegemónicamente liberal (aunque no integralmente, por supuesto, y cabe recordar que el propio García Moreno había nacido en Guayaquil) mientras la Sierra es preeminentemente curuchupa (aunque tampoco integralmente, pues Montalvo, Peralta o Moncayo eran serranos). A la época esto no parece excesivamente grave. Los enfrentamientos ideológicos son tan violentos, que cualquier otra consideración (incluida la regional) pasa a segundo plano.

La lucha es abierta y franca. Tiene extensión continental, y a nadie llama la atención que los curuchupas ecuatorianos hagan pactos secretos con los godos chilenos para organizar un bochornoso traspaso de bandera, o que los liberales ecuatorianos combatan en Nicaragua, respalden a los liberales de Colombia, compren un barco en Panamá, negocien en Venezuela el restablecimiento de la Gran Colombia, apoyen a los insurgentes cubanos o convoquen un congreso de unidad en México.

Es, otra vez, el reencuentro de los HH  MM  con sus sueños. El gran ideal de fraternidad supranacional que se impone. La ebriedad de la esperanza…

Los gobiernos liberales del período comprendido entre 1895 y 1912, y muy particularmente los presididos por el general Eloy Alfaro, son gobiernos de realización de los ideales masónicos.

 

Estos son claros y explícitos:

1.- La instauración de un Estado laico,

2.- El imperio de la tolerancia y las libertades públicas,

3.- Algunos avances sociales para los sectores más golpeados, y

4.- La unidad latinoamericana.

 

Los tres primeros se cumplen. El cuarto fracasa, pese a los esfuerzos denodados de los HH , quienes tratan de llevar a la práctica los ideales de Bolívar, y a pesar de conseguir éxitos parciales, como la reunificación temporal de Centroamérica.

En lo interno ecuatoriano, las consideraciones regionales crean unas diferencias que no se superan. Y cada vez se vuelven más graves.

La Orden de la Francmasonería triunfante crea organismos paramasónicos que le permiten un alto grado de operatividad. Un sistema de atención a los más desvalidos, que crea mecanismos para autofinanciarse. Un sistema escolar que, a más de laico, se extiende a las artes y oficios.  Un sistema comunal de protección civil…

Pero todos estos mecanismos son regionales. La Junta de Beneficencia es de Guayaquil. La Sociedad Filantrópica es del Guayas. El Benemérito Cuerpo de Bomberos es también de Guayaquil.

En aquel momento no son instituciones del “patriciado” burgués guayaquileño. Son instituciones del pueblo. Igual que los sindicatos y gremios, que comienzan a organizarse en torno a HH  MM  como Agustín Freire, Alejo Capelo o Miguel Alburquerque.

Pero la suerte está echada. Los liberales dejan de ser radicales. Aunque también son HH, Leonidas Plaza es tan M como Montero. Emilio Estrada es tan iniciado como Flavio Alfaro.

De modo simbólico, el proceso se completa en 1912. Ese año, al poco tiempo de que Alfaro fuera arrastrado en las calles de Quito, las escuelas de la Sociedad Filantrópica del Guayas, que solían organizar paradas y ejercicios militares, dejan los rifles y forman la sociedad de los Boy Scouts para reemplazar a las guerrillas.

Parecía una repetición de aquello de la vara del mercader, sólo que ahora el amarre de una soga reemplazaba al machete de una guerrilla.

 

Y así fue. Los tremendos liberalotes se volvieron preocupados padres de familia. Los montoneros de otrora se daban golpes de pecho desde el jueves Santo hasta el sábado de Gloria. Y los diabólicos masones reemplazaron las Logias por los Directorios de los bancos.

Nuevamente, la Masonería ecuatoriana entraba en un receso creativo que ya ni siquiera se propondría luchar contra el fuego o atender a los enfermos, sino que pasó a fundar el Club de la Unión y a construir un fastuoso templo, que luego hubo que vender a un diario.

Pero el espíritu de antaño no murió. Y aquello debe ser una gran lección para todos nosotros. Cuando los MM  dejamos el espíritu rebelde y combativo de las Logias, fueron unos militares jóvenes quienes tomaron el nombre, los sistemas, incluso algunos símbolos, y produjeron la transformación del 9 de julio de 1925.

Era lógico. Lo mismo estaba ocurriendo en toda América. Cuando el viejo partido liberal dejó de ser agente de cambio y se convirtió en sujeto de la preservación, los espíritus más alertas comprendieron que aquello se parecía como una gota de agua a otra al viejo modelo conservador que se les había enseñado a combatir.

Volvieron la vista a la izquierda y… Y no encontraron nada. A la izquierda de los liberales sólo existían los comunistas, y aunque el viejo Marx se había iniciado M  alguna vez, sus herederos pasaron a oponerse a las Logias que penetraban los sindicatos obreros y que, si bien traían aquellos buenos conceptos de Igualdad y Fraternidad, querían que fuesen acompañados también de una Libertad que los jerarcas no estaban dispuestos a conceder. 

La Masonería se encontró entre dos agujeros. Por un lado, unos liberales que habían dejado de serlo; y por otro unos izquierdistas que no aceptaban ninguna interferencia en su pretendido dominio del alma de los pobres.

Había que inventar algo. Y así se hizo.

 

En Perú, dos de las mentes más lúcidas de América: Víctor Raúl Haya de la Torre y Juan Carlos Mariátegui trataron, cada uno por su lado, de generar una doctrina latinoamericana que fuese capaz de armonizar los vientos que recorren el mundo con las raíces que se enclavan en la tierra.

Haya de la Torre fue aun más lejos. Entendiendo, como buen M M, las relaciones dinámicas y armónicas que deben existir entre el macro y el microcosmos, desarrolló un concepto unitario que parecía una traslación de la física moderna a la comprensión de la sociedad. Lo llamó Espacio/Tiempo para definir el entorno global de un hombre. En esto no coincidía con Mariátegui.

Pero los dos sabían perfectamente que no existiría posibilidad alguna de liberación parcial si no había una unidad latinoamericana, de modo que el Partido del  H  Haya de la Torre no se llamó “peruano”, sino APRA, que es Acción Popular Revolucionaria Americana.

Lo atacaron: la oligarquía de su país; las instituciones políticas de su país; Washington, que no quería una América Latina fortalecida en su unión y paradójicamente… Moscú, que prefería una América Latina debilitada por su separación.

Casi simultáneamente, en Centroamérica estaba surgiendo otra tendencia de la misma búsqueda de un socialismo que fuese libertario y masónico. Apareció allí sin la profundidad filosófica de Haya de la Torre o el apego a la tierra de Mariátegui; pero estaba llena, en cambio, de vigor viril y decidida a dar la vida por los principios que sustentaba. 

El General de Hombres Libres, Augusto César Sandino, tan M que utilizaba como insignias algunos símbolos nuestros y que trataba a sus compañeros de HH No sólo organizó la resistencia de su pueblo al invasor y al tirano, sino que rescató como cumbre de su pensamiento ideológico el proyecto que llamó “Plan de Realización del Supremo Sueño de Bolívar”, que no era otro que el afán por unir a la América Latina.

Lo atacaron: la oligarquía de su país; las instituciones políticas de su país; Washington, que prefería una América Latina debilitada en su separación… y Moscú, que no quería una América Latina fortalecida en su unión.

Bien poco después, como parte del mismo esfuerzo de creación, surgió en México la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), obra del H  Vicente Lombardo Toledano, quien había comprendido que si los explotadores del continente eran uno solo en el fondo, los trabajadores del continente tendrían que actuar como un solo contingente sindical.

Lo atacaron… Los mismos de siempre, por las mismas razones de siempre.

Pero la Masonería había cobrado conciencia de sus nuevas tareas:

 

1.- Que el movimiento liberal no bastaba para llevar a la práctica los ideales, porque no había prestado suficiente atención a los aspectos de las justicia social y económica; 

 

2.- Que tampoco el comunismo, en su acepción soviética, bastaba para llevar a la práctica los ideales, porque no había prestado suficiente atención a los valores espirituales del individuo y a su irrenunciable sed de Libertad

 

3.- Que en el orden interno de la Masonería, no podíamos entender “Los Antiguos Linderos” como una barrera colocada perpendicular al camino para decir “no va más”, “non plus ultra”, “éste es el fin”, sino que aquellos linderos estaban a los lados, como un andarivel, para delimitar los bordes paralelos de un camino que no tiene fin y que no debe desviarse; y

 

4.- Como siempre, una vez más, la clara convicción, reforzada por los fracasos, de que, si los problemas son comunes, las soluciones deben serlo también; es decir: la unidad de América Latina.

 

El proceso, siendo común para todo el continente, se presenta con claros matices en diversos lugares, y notoriamente en Chile, donde no rige el absurdo concepto stalinista de que “no es posible ser comunista y M ”.

En Chile hay comunistas y socialistas MM , pero existe sobre todo un partido de estirpe liberal, muy fuertemente vinculado con la Orden, que evoluciona lenta pero continuamente hacia posturas socialdemócratas: es el Partido Radical.

 

La segunda postguerra se convirtió muy rápidamente en “Guerra Fría”, y las polarizaciones se volvieron aun más extremas, mientras el maniqueísmo (Dios-Diablo, Bueno-Malo) coloca los términos del debate fuera del campo ideológico y dentro de la esfera de lo puramente mitológico.

Habrá que esperar a 1959, y al proyecto inicial de la Revolución Cubana, para que la creatividad de pensamiento social rebase los penosos límites del diagnóstico y se vuelva una vez más operativa.

El primer modelo de desarrollo no-capitalista de la Cuba revolucionaria es sumamente original, y su adhesión posterior al esquematismo moscovita es fruto de la operación “de pinzas” que produce la voracidad geopolítica soviética, la voracidad económica norteamericana y la estupidez generalizada de América Latina: maldición tripartita que estuvo a la base de todas nuestras desdichas.

También de la imposibilidad de independencia para Cuba. Ahora ha vivido con los dos monstruos y les conoce las entrañas.

Cuando el Che, modelo arquetípico del hombre nuevo, escapa del modelo cubano, anquilosado a la fuerza y, para huir de las limitaciones del un monstruo cae en las garras del otro, el período de creatividad parece terminar.

Pero no es así. Felizmente nunca es así. La creatividad no termina nunca. La Unidad Popular chilena, que quiere un “socialismo con empanadas y vino tinto”, hace renacer la esperanza. Es, además, un modelo explícitamente masónico, por la conducción del H  Salvador Allende.

Quizá es excesivamente tarde. O demasiado pronto. Como quiera que se lo vea, otra vez el tridente maldito de la voracidad de los dos imperios y nuestra imbecilidad dan al traste con un régimen que al final no pudo garantizar ni socialismo ni empanadas.

Un nuevo vaivén en esta montaña rusa que comienza a producir náuseas con sus altibajos.

Y de pronto, casi literalmente hay un renacimiento. En julio de 1979, el Segundo Sandinismo, que nació en la Logia Augusto César Sandino, recupera los sueños de su patrono, que había recuperado los sueños de Bolívar. También estos nuevos sandinistas se llaman HH; también usan la simbología; también… en fin, son nosotros.

 

Un poco después, en una reunión continental a la que asistimos varios HH  de la Gran Logia Equinoccial, incluso el comandante y V M de la Logia “Flavio Alfaro”, definió las fuentes ideológicas de este segundo sandinismo como una fusión creativa de tres vertientes: el marxismo, el nacionalismo latinoamericano y el cristianismo.

Nuestro H:. comandante elabora cada una de las tres. Es un marxismo reformado, es un nacionalismo pluricultural y es un cristianismo liberador.

Pero no importan los adjetivos. La sola inclusión del cristianismo en un nuevo concepto socialista es la incorporación de la vertiente ética de la doctrina, de su contenido espiritual, de aquella parte entrañable e irrenunciable de la condición humana, que sólo el anarquismo había sumado a los conceptos económico-sociales.

Curiosamente, es al fracasar cuando ejercen de mejor modo estos nuevos conceptos. Cuando pierden las elecciones y entregan pacíficamente el poder que conquistaron con sangre es cuando los nuevos sandinistas demuestran su estirpe democrática y su esencia cristiana.

Ahora las posiciones de la nueva Masonería latinoamericana se aclaran aun más…

 

1.- Inventar unos modelos autónomos de desarrollo, que sean capaces de conjugar todos estos valores;

 

2.- Ser capaces de elevarse hasta la comprensión de que sólo se podrán tener si se pueden mantener democráticamente; y… por supuesto,

 

3.- La lucha por la unidad de América Latina.

 

Ahora estamos aquí.

Los MM  socialistas no necesitamos que nos cuenten que han derribado el muro de Berlín. Y no queremos que nadie venga ante nosotros a quejarse de que le cayó encima.

Nosotros ayudamos a tumbarlo, pero desde el otro lado.

Y ahora nos toca ser fieles a la herencia intelectual, de coraje y de coraje intelectual que hemos recibido de nuestros HH  MM

Tenemos que diseñar nuestras tareas para todo el nuevo siglo.

No se trata que reneguemos de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. Ni siquiera se trata de que ya no nos basten y queramos nuevas palabras para sumarlas a ellas y convertir una divisa en un libro.

Es más sencillo que eso. La Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, como deidades hindúes, adquieren avatares diferentes en distintas épocas. Ahora es la época nuestra, y necesitamos una Masonería ecuatoriana que sea capaz de ampliar sus tareas e involucrar nuevos desafíos.

Creemos que entre esos desafíos están los siguientes:

 

1.- Buscar una armonización de la justicia social y económica, sin que ella signifique el sacrificio de las libertades políticas;

 

2.- Buscar una armonización de nuevo tipo entre la sociedad y el individuo;

 

3.- Buscar una armonía entre el desarrollo económico y la conservación del medio ambiente;

 

4.- Luchar sin concesiones por la vigencia plena de los derechos humanos de los individuos y de los derechos económicos, sociales y culturales de los pueblos;

 

5.- Buscar la realización de nuevas formas de democracia, que preserven, dentro de un estado de derecho, el gobierno de las mayorías, los derechos de las minorías y la participación continua de la sociedad civil en el gobierno del Estado;

 

6.- Promover, facultar, exigir e imponer la integración orgánica de todas las minorías nacionales en la vertiente principal de la nación ecuatoriana;

 

7.- Estimar siempre que la democracia, el progreso y el desarrollo son inconcebibles sin una participación plena e igualitaria de la mujer en todas las esferas de la vida y

 

8.- Por supuesto, y como siempre, estar dispuesto a dar la vida por la unidad de la América Latina.

 

¿Que todo esto suena líricamente utópico? Estoy consciente de ello, pero creo firmemente que, como todos los ideales humanos, la Utopía, la Libertad, la Igualdad, la Fraternidad y la Francmasonería o son sinónimos o no significan nada.

 

Ha sido mi palabra, V M

Pedro A. Saad H. M M

Gran Logia Equinoccial del Ecuador

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