Ponencia presentada en la asamblea general de Clipsas que tuvo lugar en Montreal, Canadá.
La Gran Logia del Norte de Colombia comparte el planteamiento según el cual la educación es la alternativa principal para conquistar un desarrollo humano más armonioso, más genuino, para hacer retroceder la pobreza, la exclusión, las incomprensiones, las opresiones, el fanatismo y las guerras. La educación, la ciencia y la tecnología son factores esenciales en el camino hacia la paz y el desarrollo humano con equidad.
Si se estudia el significado de la educación a través de nuestra historia, si analizamos las propuestas que se han planteado, las polémicas que se han desatado, y los debates públicos que se han realizado, encontraremos que estos son elementos indispensables para hacer propuestas viables y concretas para el presente, y son las bases para proyectar el futuro, con el objetivo central de considerar la educación como un propósito nacional y/o universal.
Solo de esta manera la educación puede responder el trascendental reto que enfrenta en este momento, esto es, la superación de las grandes tensiones de hoy entre lo local y lo mundial, entre lo universal y lo singular, entre la tradición y la modernidad, entre el largo plazo y el corto plazo, entre la indispensable competencia y la preocupación por la igualdad de oportunidades, entre el extraordinario desarrollo de los conocimientos y la capacidad de asimilación del ser humano, en fin, entre lo espiritual y lo material.
Para analizar los antecedentes, programar el presente y proyectar el futuro, nos debemos preguntar: ¿Cuál es el verdadero sentido de la educación?, ¿Qué significado tiene para nosotros como seres humanos?, ¿Se compadece ese nivel de instrucción elemental con una aspiración realmente sentida?
La educación a través del tiempo se ha visto afectada por las tendencias económicas de los pueblos. En la actualidad para la mayoría de los analistas el modelo de desarrollo neoliberal es incompatible con el necesario fortalecimiento de los sectores sociales del desarrollo. Pero el Banco Mundial lo mira de otra manera: “El buen funcionamiento de los mercados engendra en forma usual y natural una mayor justicia social”. La distancia entre las citas de los expertos y la realidad social al parecer cada vez se amplía más. El neoliberalismo privilegia al mercado sobre el estado y promueve la inserción internacional a costa de una enorme fragmentación social, considera que el crecimiento económico lleva al desarrollo y a la equidad social, posterga la solución de los problemas de desigualdad y pobreza con la ilusión de que la libre competencia da lugar a una mayor justicia social. No se debe globalizar la pobreza, el analfabetismo, el desempleo, el fanatismo, la exclusión social. Globalicemos el bienestar, la libertad, la igualdad y la fraternidad. Los países desarrollados deben encauzar sus esfuerzos hacia la generalización de una vida digna, que ella sea un valor para el servicio de todos.
La globalización ha arrojado resultados nada satisfactorios, veamos algunos indicadores: la participación en el ingreso del 20% más rico de la población mundial es del 87% cuando en la década de los años sesentas era del 60%. El coeficiente de desigualdad o de Gini ha ascendido dramáticamente entre la década del 60 y la del 90, pasó de 0,69 a 0,87. Cuando la esperanza de vida en Sierra Leona es de 33,6 años, en el Japón es de 79,8 años. Cuando la alfabetización en los países ricos llega casi al 100%, en Níger es del 13%. Cuando en Ruanda el ingreso per cápita es de US$352, en Luxemburgo es de US$34.153. Si el índice de desarrollo humano, según la ONU, se refiere a tres aspectos: educación, nivel de ingresos y esperanza de vida, entonces ¿Qué es lo que estamos globalizando?
Esa es la dura realidad, la pregunta obligada es ¿Cómo debemos emprender el camino para cambiar esta situación, desde nuestra Orden Masónica, y buscar el bienestar y el sentido de la vida para todos?
La respuesta está en el factor educación, la educación desde su base más elemental es pilar fundamental para la formación del nuevo ciudadano. En la Masonería consideramos que trabajando en la educación se puede dar la transformación del hombre para llegar a una humanidad más civilizada.
La educación para el nuevo milenio tiene que estar basada en los cinco pilares que propone la UNESCO: Aprender a conocer, aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los demás, aprender a ser, y aprender a hacer.
Aprender a conocer. Esto tiene gran importancia, no se trata solamente de acumular información, sino de buscar el significado de las cosas. Se trata de que la persona sea capaz de pensar, interrogarse, de inquietarse, de tomar decisiones y de llegar a conclusiones. Esto es llegar al conocimiento. En Masonería nosotros aceptamos como verdad, todo lo que puede probarse por la ciencia, la experiencia, o demostrado por la inteligencia, que aquí es, la facultad de penetrar en el porqué de las cosas lo más hondamente. Se es más veraz, más razonable, cuanto más se penetre y se analice la cosa estudiada.
Aprender a vivir juntos. Como dice nuestra liturgia de primer grado, el grado de aprendiz: “El hombre debe conocer, amar y respetar a sus semejantes. Conociéndolos verá en cada hombre un hermano, igual suyo en pasiones y debilidades y por tanto falible y necesitado de apoyo o de enseñanza. Debe amarlos, esto es, esforzarse por destruir la superstición y el fanatismo… Debe también respetarlos, no coartando jamás el legítimo ejercicio de los derechos o el racional desarrollo de las facultades de un semejante, para que el progreso indefinido de la humanidad no se interrumpa”.
Aprender a vivir con los demás. Aquí es crucial el tema de la laicidad en la educación. Como dice la Carta de Curitiba, firmada en Brasil en el marco de la segunda Conferencia Masónica Americana –COMAM: “Los estados deben ser laicos, procurando o manteniendo en sus constituciones y leyes, principios que permitan la convivencia pacífica de todos los credos. Que se dé la formación de personas con libertad de conciencia sin preconceptos, para que puedan ser ciudadanos libres y abiertos a un ideal de paz y libertad entre los pueblos”.
Aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los demás. No se trata de la utópica sociedad sin conflictos. El conflicto y la violencia son componentes de la condición humana que se pueden mitigar por la utilización de nuestros impulsos, también naturales, como son, los de cooperación y fraternidad. Se trata de aprender a analizar y superar los conflictos. Las estadísticas informan que en Colombia en los últimos 25 años se han presentado 500 mil homicidios. ¿Tendrá nuestra educación la obligación de reflexionar sobre esta tragedia y aportar alternativas de solución?
Aprender a ser. En nuestra liturgia del grado de aprendiz masón se pregunta: “¿Qué se debe el hombre a si mismo”, respondiendo así: ” El hombre tiene para consigo mismo el deber de estudiar, de instruirse, de procurar su desarrollo físico, moral e intelectual. Debemos esforzarnos por llegar a conocernos a nosotros mismos, para corregir nuestros defectos y debilidades, y vigorizar nuestra dignidad, de modo de tener absoluta conciencia de cuales son nuestras obligaciones y nuestros derechos, para reclamar éstos con energía y entereza y no excusar nunca el cumplimiento de aquellas”.
Una corriente de pensamiento filosófico, llamada “El Realismo Estético”, fundada en 1949 en la ciudad de Nueva York, por el filósofo americano Eli Siegel, sostiene que hay cuatro principios básicos que toda persona debe saber y entender para poder realizarse como persona. Con el conocimiento de estos principios básicos se puede eliminar en la humanidad la injusticia, la violencia, el racismo, el fanatismo, la intolerancia, …., etc.
1.- Toda persona está siempre tratando de unir opuestos en sí misma.
2.- Toda persona, para respetarse a sí misma, tiene que ver al mundo como bello, bueno, o aceptable.
3.- En toda persona hay una disposición de pensar que se engrandecerá a si mismo más, menospreciando el mundo exterior.
4.- Toda belleza es la unión de opuestos, y el unir opuestos es lo que estamos tratando de lograr siempre en nosotros mismos.
Sostiene el Realismo Estético que el mundo, el arte, y el ser humano se explican uno al otro; cada uno es la unidad estética de los opuestos. Entendiéndose por unidad estética la unión armoniosa, sin conflictos y que se complementan entre si para trabajar juntos, a pesar de ser contrarios por naturaleza.
La Masonería siempre ha tenido como norma de conducta, lo justo, lo bello y lo verdadero. Ella en esencia es una institución eminentemente formadora, docente por excelencia, consagrada a través de los siglos a la noble y generosa tarea de formar un tipo ideal de hombre culto, solidario, fraternal, tolerante, amante de la verdad y la belleza, libre de prejuicios y dogmas.
Aprender a hacer. Pero el solo conocimiento no es suficiente, no hacemos nada con saber muchas cosas, sino ponemos en práctica esos conocimientos. Debemos pasar de la teoría a la práctica, de la teoría a la acción. Por ello la joya esencial del masón en el Tall:. es el mandil, símbolo de amor al trabajo, de superación, de alegría por el deber cumplido. El método de trabajo masónico representa uno de los mejores instrumentos del perfeccionamiento humano. Lo que quiere decir que la masonería no es solo teoría, también es práctica, se habla con hechos, con acciones. No solo es buen masón el que estudia, investiga y escribe, se necesita que brote su espíritu filantrópico y caritativo. En masonería el trabajo es simbólico, filosófico, espiritual pero real, hay que poner en práctica lo que se estudia y se aprende en las logias, llevarlo a la familia, a su trabajo, a la sociedad en general. Los masones trabajan en logias intercambiando opiniones diversas para forjarse un criterio, y luego al exterior los masones transmiten sus ideas al mundo profano.
La filosofía más práctica, hermosa y funcional del mundo no produce frutos, no produce resultados por si sola, es letra muerta si no se pone el trabajo, esto es, si no desemboca en la acción transformadora, en el trabajo creativo. La educación abarca muchos terrenos, pero no cultiva nada de él. Un anónimo dejó el siguiente pensamiento: “El trabajo es la base de todo comercio, la fuente de toda prosperidad y el padre del genio. El trabajo puede hacer más para hacer progresar a la juventud que sus propios padres, por más ricos que sean. Está representado en los ahorros más humildes y ha establecido los cimientos de cada fortuna. Es la sal que da su sabor a la vida pero debe ser amado antes de que pueda ceder su mayor bendición y lograr sus máximos logros. Cuando se le ama, el trabajo hace dulce, determinada y fructífera la vida”.
El verdadero Masón no nace, se hace. Debemos seguir trabajando, pero con más tesón, en todas las esferas y a todo nivel en la formación de nuevos y más masones, hasta lograr una mayoría significativa que permita cambiar la tendencia hacia un mundo mejor en toda la humanidad.
Para nuestro caso colombiano, es evidente que tenemos que estudiar más detenidamente cuál ha sido la orientación de la educación colombiana, cómo se han adoptado las políticas públicas en ese sector, cuáles han sido los aportes desde las diferentes vertientes políticas y sociales, y cuales son las alternativas de solución para las graves deficiencias que actualmente tenemos desde el punto de vista cualitativo y cuantitativo, pero fundamentalmente para definir el sentido de la educación, sus propósitos y objetivos.
Jaime Castilla Camacho.
Gran Logia del Norte de Colombia.