Como otros filósofos eminentes, Confucio se sentía profundamente alejado de su tiempo, como ritualista, Confucio había pasado mucho más tiempo redefiniendo el papel del junzi: el verdadero caballero debía ser un estudioso y no un guerrero. En lugar de luchar por el poder, el junzi debía ser un estudioso de las normas de la conducta correcta, tal y como la mandaba el li tradicional de las costumbres familiares, políticas y sociales. Una vez Confucio dijo: “yo he sido fiel a los antiguos y los he amado, yo no he agregado nada”; normalmente se sentía inclinado a reanimar lo antiguo para conseguir conocimiento de lo nuevo.
Confucio prefería no hablar del cielo, no estaba interesado en la Metafísica y disuadía de la charla Teológica. Cuando un aprendiz le pregunto como podía un Junzi servir a los Dioses, Confucio replicó: “Hasta que hayas aprendido a servir a los hombres, ¿cómo quieres servir a los espíritus? y como el aprendiz insistía, preguntó como era en realidad la vida de los antepasados, Confucio volvió a replicar: “Hasta que no sepas algo de los vivos, ¿cómo pretendes saber algo de los muertos?. Confucio no era ningún escéptico, practicaba los ritos tradicionales de una forma muy meticulosa. Como los sabios hindúes comprendía el valor del silencio y decía: “yo preferiría no tener que hablar”, se quejaba alguna vez.
En lugar de perder el tiempo en especulaciones teológicas sin sentido, la gente debía imitar al cielo y mantener un silencio reverente, entonces quizá, también se convertirían en una fuente potente en el mundo, en lugar de preocuparse por la vida en el más allá, la gente debía aprender a ser buena aquí, sus discípulos no estudiaban con él para adquirir información esotérica acerca de dioses y espíritus.
Su última preocupación no era el cielo, sino el camino. La tarea del Junzi era avanzar cuidadosamente por el camino, dándose cuenta de que éste en sí mismo tiene un valor absoluto. Así lo conduciría no a una persona o algún lugar, sino a una condición de bondad trascendente.
Los rituales eran el mapa de carretera que los pondría en el camino.
Todo el mundo puede convertirse en un junzi decía, quien, para Confucio representaba al ser humano plenamente desarrollado.
Ya en muchas disertaciones he mencionado que precisamente los rituales masónicos son fórmulas que nos llevan a un resultado y que cuando la fórmula no es llevada a cabo según las especificaciones no hay un buen resultado, el masón como el junzi se parecen en ello, ambos buscan la perfección en este mundo, alcanzar un desarrollo moral que permita por medio de determinadas acciones concretas, un resultado visible, es decir, un ser humano perfeccionado.
El camino chino como la masonería en sí mismos tienen un valor absoluto, solo que a veces perdemos la vista fuera del camino y no vemos hacia dónde vamos.
El masón como el junzi no buscan un premio al morir buscan un cambio que acontezca en esta vida y para ello se han trazado fórmulas de antiquísima, que han probado a sus seguidores dar resultados, de estas enseñanzas podemos sacar mucho material para reflexionar y pensar si estamos siguiendo el camino que nos marca la masonería o solo hemos estado perdiendo el tiempo.
L. Figueroa – Red Masónica