Las Logias Masónicas en la memoria histórica

Hace un buen tiempo me he preguntando del por qué no tenemos una mayor visibilidad de las logias masónicas en Cuba.

La conmemoración de un aniversario del nacimiento del General Antonio Maceo constituyó motivo para que la Logia: “Los Maceo Nº 24”, de Guantánamo, me invitara a impartir una conferencia acerca de la familia Maceo-Grajales. Fue al intentar  obtener una nueva lectura sobre esta familia paradigmática cuando se me puso de relieve la trascendencia de la masonería en la historia de Cuba.

 

Mucho se ha escrito y hablado sobre el papel del Partido Revolucionario Cubano en la forja de la Revolución del 95, pero casi se desconoce el rol desempeñado por las logias como fragua de la Guerra Grande y que estas fueron hervidero ideológico donde se formaron hombres que con sus ideas, su accionar y con su vida construyeron el altar más alto y sagrado de la patria cubana.

 

Las grandes causas son hijas de las grandes ideas y para que estas alcancen el triunfo requieren ser accionadas, impulsadas,  por un resorte capaz de penetrar los pensamientos más nobles en aras de los objetivos más revolucionarios. Este resorte que constituyeron las logias masónicas en Cuba se ha estado moviendo a todo lo largo de nuestra historia, casi en silencio, sin mayores resonancias y diría que casi sin reconocimiento.

 

Cuando en el título de este trabajo rubrico que las dos figuras más relevantes de la historia de Cuba eran masones en realidad debí decir las tres, porque el tercero, no por no haber nacido en nuestra isla ha dejado de ser cubano. Él, como el Che se ganó su ciudadanía con las armas en las manos.

 

Justamente leyendo sobre la vida del generalísimo Máximo Gómez confirmo la trascendencia de la institución referida. Como las simientes en su labranza, germina la conjura contra España, se extiende y consolida a la sombra de la masonería, cuyas puertas abre a este dominicano que personifica la probidad y la entereza.

 

Nucleados en pequeños grupos diseminados en Santiago de Cuba, Manzanillo, Camagüey, Las Villas y otras demarcaciones se congregaron en las logias masónicas, a las que identifican con el radicalismo político, no justamente porque promuevan conspiraciones, sino debido a que su doctrina las hace incompatibles con los regímenes coloniales.

 

Como individuos convencidos de sus ideales, los masones sienten el deber de luchar por el mejoramiento humano, social y nacional.  Es el pensamiento forjado en el interior de la isla y de la diáspora cubana, es lo que también habría de incidir en la transmutación sufrida por Gómez, cuyo nombre aparece en la membresía de la Logia de Jiguaní. Está incluido en un listado de las principales figuras independentistas que con el aval de pruebas documentales o testimonios fehacientes demuestran su filiación a la masonería: Carlos Manuel de Céspedes, Bartolomé Masó, Manuel de Jesús Calvar, Francisco Javier  de Céspedes y Tomás Estrada Palma, en Manzanillo. Francisco Vicente Aguilera, Pedro Figueredo y Francisco Maceo Osorio, en Bayamo. Vicente García y Francisco Muñoz Rubalcava, en Las Tunas. Donato Mármol y Máximo Gómez, en Jiguaní.  Ignacio Agramonte, Salvador Cisneros Betancourt, Bernabé y Enrique José Varona, de Camagüey, entre otros que alcanzan relieve nacional”. (1)

 

Estos “hombres del 68” como los llamara Máximo Gómez  pertenecieron al cuerpo masónico integrado por más de veinte logias conocido como Gran Oriente de Cuba y las Antillas GOCA creado por el médico cubano Vicente Antonio de Castro y Bermúdez.

 

El historiador imprescindible, Eduardo Torres-Cuevas señala: “para muchos historiadores, y otros que no lo son, estas logias masónicas fueron un simple instrumento para conspirar contra España. No obstante, la lectura de las liturgias de esta institución permite comprender que su papel resulto aún mucho más importante. Fue el trasmisor desde 1862, de un proyecto democrático, laico, republicano e independentista que encauzó, unió y permitió  darle dimensión a las preocupaciones de la juventud de su época. Fue un río subterráneo que corrió, aparentemente invisible, cuando navegaba en la superficie social del reformismo político. En su curso perforó las bases  ideológicas  que determinarían el desarrollo de la vía revolucionaria independentista y trasformadora”. (2)

En ese río de aguas independentistas y trasformadoras no podía dejar de navegar un joven santiaguero nombrado Antonio Maceo y Grajales, así como tampoco su hermano José. Se afirma que ya a la edad de 18 años, su padrino José Asencio de Asensio le explica las características de la masonería y lo presenta en la nueva institución, ingresando en ella en el año 1864.

 

Allí fue donde encontraron su formación ideológica, una ideología que implicaba no solo la independencia, sino la República que se construiría posteriormente, de ahí aquel pensamiento de Maceo haciendo referencia a lo que vendría después y el concepto de justicia e igualdad.

 

Al decir de Eduardo Torres Cueva, la liturgia del GOCA, eran esencialmente sociopolíticas y no solo filantrópico-fraternales. Su objetivo fundamental radicaba, según su propia definición, en unir y formar hombres capaces de dar respuestas a los grandes problemas sociales y espirituales del país; hombres capaces de pensar y sentir desde lo humano y por lo humano. Su lema era: ciencia, conciencia, virtud.

 

Aida Rodríguez Sarabia a quien cita Torres Cueva en su libro al referirse a la militancia del joven Maceo señala: “Se inicia en la logia, ¡cuántas ideas poblaron su mente! ¡Cuántas emociones desconocidas  lo electrizaban! Allí, en aquel templo masónico, se pintaba al desnudo la verdad  doliente de Cuba (…) al día siguiente en las horas de descanso, entre faena y faena, a sus padres, a sus hermanos, a sus familiares, a sus  partidarios, a los mozos de labranza, a todos les hacía saber a través de su emoción y de su capacidad el valor que había dado a cada predica oída la  noche anterior. Explicaba cómo era posible la libertad y cómo había que saber unirse para triunfar. Antonio traía en cada mensaje de la logia un nuevo motivo que hacia crecer aceleradamente un sentido inmenso e irreductible de libertad. Debe tenerse en cuenta que Antonio discutía con su  hermanos y sus padres estas ideas”.

 

No resultaría ocioso atribuir la afición de Antonio Maceo por la lectura a la influencia recibida en la logia donde militaba. Su inclinación por los libros de historias y de novelas como las de Alejandro Dumas, Los Miserables de Víctor Hugo, las biografías  como la de Bolívar o de Toussaint Louverture así lo confirman.

 

Lo mismo podría señalarse por sus hábitos de pulcritud, y caballerosidad entre otros. Su firma estaba integrada por los tres puntos de triangulo masónico del Gran Oriente de Cuba y las Antillas.

¿Y qué decir de Martí? ¿Cuánto se ha dicho de la doctrina del apóstol? ¿Podría un joven de su temperamento y tempranas inquietudes permanecer ajeno a semejante reservorio de ideas y virtudes? Por esas coincidencias de la historia se afirma que él, al igual que el joven Antonio, fue iniciado en la masonería a los 18 años de edad, que también como al Titán, hubo de presentarlo su más cercano mentor, en este caso el maestro  José María de Mendive.

 

Hay que apuntar que en la primera década del siglo XIX, etapa convulsa y decisoria en la formación de la nación cubana, cuando el racismo se enseñorea en el régimen colonial y esclavista de la sociedad habanera ya la masonería hace sentir sus ecos revolucionarios. “El 16 de octubre de 1810, aparecen los documentos de la causa formada, por intento de sublevación y francmasonería, contra Román de la Luz, Joaquín Infante y Luis Francisco Bassave.

 

En ese contexto, se gesta la conspiración de mayor alcance nacional que involucró a miles de negros y mulatos, que estalló el 15 de marzo de 1812 en que, de acuerdo con lo expuesto por José Luciano Franco,  […]  dictó la primera declaración de independencia de Cuba y mandó a  clavarla en la puerta del palacio del capitán general”. (3)

 

¿Merece o no honrar a la organización sociopolítica de mayor duración en la historia de Cuba?

 

Por: Heriberto Feraudy Espino

(Aporte del IPH:. Jorge Domínguez 33º – Camagüey)

 

 

Notas:

(1) Minerva Isa y Eunice Lluberes: Máximo Gómez HIJO DEL DESTINO. Santo Domingo, República Dominicana, 2009.

(2) Eduardo Torres-Cuevas: Las ideas que sostienen el arma, La Habana, 2012.

(3) “Esa fue la conspiración de José Antonio Aponte”. Boletín del Archivo Nacional, 2012.

 

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